Cuando aterricé en Chicago el viernes 6 de octubre, jamás imaginé que esa ciudad me regalaría el mejor maratón de mi vida (hasta ahora) En esta aventura, tres mexicanas más estuvieron conmigo: Elina, una amiga en común que tenía por una de mis amigas de la universidad en Xalapa, maratonista también. Iliana, mamá de Elina, quien correría también el maratón, y Berena, mi amiga y productora en el trabajo, que se dejó convencer de hacer este viaje para echar porras. Nada hubiera sido tan divertido sin ellas. Llegamos a la expo a recoger nuestro kit por ahí de las 6 de la tarde, habíamos estado durante dos horas en un Uber del aeropuerto al hotel así que honestamente, seguíamos un poco fastidiadas y con hambre; cuando entramos a esa sala gigantesca repleta de stands y corredores, olvidé por un momento el cansancio y el hambre para dar paso a la emoción típica de sentir que ya estás a nada de pararte en la línea de salida. La entrega de mi número fue rápida, Berena me acompañó ...
Si de algo estoy segura, es que quiero correr toda la vida.