Regresé al Puerto de Veracruz. A mi Medio Maratón favorito del
país.
Le tengo un cariño muy especial a esta carrera. Aquí fue la
primera vez que vi a una multitud animar a conocidos y desconocidos, donde
descubrí las porras de familiares apoyando a sus corredores. Fue aquí donde
hermano debutó en sus 21K y celebré con él y con toda la familia, ese gran
logro que ahora, sé lo que significa y el gran esfuerzo que representa. Papá se estrenó en esta distancia hace tres
años y mi mejor amiga lo hizo también hace dos. Hoy, cuatro años después de
haber corrido mi primer medio maratón en esta ciudad, volví. Y una vez más,
regresé para ser feliz corriendo en el medio maratón más bonito de México.
Salimos de Xalapa el sábado después de desayunar. Papá y yo correríamos
el domingo así que lo primero, era llegar al Puerto a recoger nuestro kit. Una
expo bien organizada, en el World Trade Center de Boca del Río; podías
recorrerla con calma y darte un espacio para tomarte fotos o simplemente,
disfrutar. Después nos fuimos a comer-cenar carbohidratos: pasta y listo. Al
hotel a preparar todo, un baño y a dormir. Al otro día, el disparo de salida
sería a las 7 de la mañana.
El domingo amaneció perfecto. Me dio tiempo de desayunar con
calma, calentar, trotar un poco y encontrar un lugar cómodo para arrancar. A
las 7:03 crucé la línea de salida. El objetivo para esta carrera era bajar mi
mejor tiempo en medio maratón hasta ese momento y que registré apenas en
octubre durante el maratón de Chicago (2 horas, 11 minutos) Sabía que había
entrenado doce semanas a un mejor ritmo y que, seguramente, la ruta plana y el nivel del mar, ayudarían a
cumplir el objetivo.
Lo único que pensaba era llegar a los 15K bien hidratada y con
energía suficiente para cerrar fuerte los últimos tres kilómetros. En esta
marca, pasábamos por el malecón y es aquí donde retornas (a un costado del
famoso Café La Parroquia) para continuar de vuelta por todo el boulevard. Una batucada, los meseros del café y la gente
que ya estaba plácidamente tomando su “lechero” animaban a todos los que seguíamos
corriendo con un objetivo en común: cruzar la meta del medio maratón.
En teoría, era el momento donde debía comer otro paquete de
gomitas pero la realidad es que sólo pensaba en tomar agua pues el calor, a esa
hora se sentía ya muy sofocante y la
humedad comenzaba a hacer efectos. Por suerte, encontré a dos personas que
estaban ofreciendo electrolitos y en mi mente, hice un trueque rápido:
reemplazar la energía que me darían las gomitas por un shot de hidratación y
continuar. Tomé casi 300 mililitros que fueron mi salvación. Llegué a los 17K
entera así que poco a poco fui esforzándome un poco más. A los 18K decidí que
apretaría el paso para cerrar los últimos kilómetros más fuerte y llegar al
tiempo que tenía estimado.
Volví a ver a mi familia que esta vez me regalaron un Powerade que
me supo a gloria. Tomé un par de sorbos y seguí. La entrada al estadio siempre
ha sido muy emocionante, mucha gente se acerca para felicitarte y escuchas
cosas como: “¡Ya lo lograste!”, “¡eres un campeón!”, “¡felicidades, sí se pudo”!
todas esas porras que te inyectan un último aliento para terminar. Papá estaba
en la recta final a un costado de la pista y alcancé a saludarlo, 30, 20, 10
metros y... ¡Lo logré! Alcé los brazos para cruzar esa meta, ¡la sexta de medio
maratón! ¡con nuevo récord: 2 horas 5 minutos y 1 segundo!
Detuve mi reloj que marcó casi 250 metros más de la distancia oficial
y caminé, por un momento creí que mi cara se sentía a 40 grados de
temperatura, lo único que quería era llegar por
otra botella de agua y encontrar un poco de sombra. Me reuní con papá en la
zona de recuperación y los dos nos dimos un rato para estirar y tomarnos fotos
con nuestras bonitas medallas. Este año, el diseño les quedó increíble y no
podía dejar de verla. Esa medalla me costó llegar bañada en sudor pero sintiéndome muy bien
de condición y sin ningún malestar. Eso siempre será una fortuna cuando cruzas
cualquier meta.
No pude haber comenzado mejor este ciclo de carreras 2018. Cumplí
con el objetivo de mejorar mi marca en los 21.095 kilómetros y además, como lo
planeaba, disfrutar al 110% la ruta perfecta en un lugar que siempre se
sentirá como correr en casa. Aunque el entrenamiento para llegar a esta fecha
siempre es complicado de seguir al pie de la letra, no cabe duda que el nivel de
compromiso que haces cada día rinde frutos al final del camino. Estoy lista
para buscar mi próxima carrera (será la número 20) y comenzar a entrenar para
el gran objetivo de este año: mi quinto maratón.
Midyi
Como siempre muy agradable y bonita narrativa de tu evento, Siempre con muchas ganas de leerlo entusiasmado; Gracias por compartirlo, Te mando un abrazo con mucho cariño.
ResponderBorrarSinceramente
Tu papi